07.06.2017

Amenidad

Palabra del día: amenidad - EVS Translations
Palabra del día: amenidad – EVS Translations

Piénselo: todos los bienes inmobiliarios, independientemente de si se usan con fines residenciales, comerciales o empresariales, son básicamente iguales. En esencia, en el nivel más básico, solo son edificios: poco más que paredes, suelos y un tejado. A parte de su función, lo que realmente diferencia a unos de los otros es una de las herramientas más poderosas en el negocio inmobiliario, y resulta que es la palabra de hoy: amenidad.

Originaria del latín amoenitatem, que significa «agrado o afabilidad», nuestra palabra define simplemente la calidad de algo placentero o agradable.

En términos inmobiliarios, una amenidad (o, en plural, amenidades) es cualquier aspecto de una propiedad que se considera beneficioso y que puede aumentar su valor.

Tomando cualquier ubicación, una amenidad puede ser algo físico, como una piscina, una habitación de invitados o un garaje; la proximidad de parques y restaurantes o factores como el bajo índice de criminalidad de una zona o si hay transporte público.

Naturalmente, todos queremos tantas amenidades como sea posible. Sin embargo, el problema reside en conocer las limitaciones de las amenidades. Desde la perspectiva de un posible comprador, siempre surgirá la cuestión de cuántas amenidades se puede permitir y cuáles estará dispuesto a sacrificar: algo tan simple como tener árboles en la propiedad puede aumentar el valor entre un 3 y un 5 %.

Por otro lado, desde la perspectiva del vendedor/constructor de la propiedad, surge la cuestión de qué amenidades se pueden ofrecer y si merecen la pena: por ejemplo, la remodelación de una cocina o un baño puede ofrecer una rentabilidad a la inversión si se añade al valor general de la propiedad; no obstante, el valor añadido de un solárium o de la remodelación de una oficina no suelen alcanzar el 50 % del dinero invertido en el proyecto.

La primera aparición de esta palabra data de mediados del siglo XV, en una traducción anónima del Polychronicon de Ranulf Higden, donde se afirma que: «Ese lugar tenía también una amenidad». Originalmente, este término se aplicaba a los beneficios de un lugar, como el clima, la buena tierra, los cotos de caza, etc.

Una de las primeras interpretaciones modernas de la palabra se encuentra en la edición del 8 de febrero de 1929 del semanario Oxford Times, en la que, hablando de una transacción de tierras, dice: «El pago de 88 libras por la compra de la tierra; el pago de 250 libras por la pérdida de amenidades y las alteraciones en el jardín y el terreno».

Con estos dos ejemplos y con la experiencia de cualquiera que haya tratado con bienes inmuebles, es fácil ver que, aunque la estructura es muy importante, son las amenidades las que hacen que una propiedad sea atractiva.

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