25.12.2013

Estampida árabe

Hubo un tiempo en que Oriente Medio fue la tierra prometida de la energía. Las abundantes reservas de petróleo, los bajos costes de producción y unos gobiernos que no daban sino facilidades a los inversores garantizaban a las empresas energéticas un entorno empresarial estable y favorable.

Los tiempos han cambiado y la desestabilización política de la región, agudizada por la llamada “Primavera Árabe”, junto con el descubrimiento de grandes reservas de petróleo y gas natural en Norteamérica, hace que cada vez sean más las empresas de gas y petróleo que abandonan Oriente Medio. En su lugar, los productores energéticos deciden trasladar sus operaciones a Norteamérica y a otras regiones con mayor estabilidad política. La guerra y los conflictos que se extienden por la región representan un peligro constante y muy real para las instalaciones y los empleados. Tal y como demostró el ataque mortal a una planta de GNL en Argelia el año pasado, incluso las zonas en un principio consideradas de bajo riesgo son ahora objetivos potenciales.

La reacción lógica de los productores es la de sopesar los riesgos y los beneficios, trasladándose a otro lugar en el momento en que los riesgos empiecen a ser mayores que los beneficios, y puede que hayamos alcanzado un punto de inflexión en esta ecuación. Occidental anunció recientemente su intención de deshacerse de hasta el 40 % de sus unidades del Norte de África y de Oriente Medio. La inversión de Oxy en Omán, Qatar, Irak y Libia se estima en unos 20.000 millones de dólares. A finales del mes de agosto Apache vendió el 33 % de sus activos en Egipto a Sinopec Group, una filial de China Petrochemical Corporation, por 3.100 millones de dólares. Al mismo tiempo, Shell, Exxon y Chevron están construyendo en Australia una de las mayores plantas de GNL del mundo, un paso que viene a resaltar la clara tendencia a establecer los centros de producción en entornos con cierta estabilidad política.

A pesar de ello, hay luz al final del túnel para Oriente Medio como centro de la producción mundial de energía. Al fin y al cabo, la región sigue albergando enormes reservas de petróleo de fácil acceso y, por consiguiente, con bajos costes de producción. Siempre y cuando el precio del petróleo se mantenga elevado, los altos costes de producción de Norteamérica y otros emplazamientos similares serán viables. Por el contrario, si bajara el precio del petróleo, los bajos costes de producción de Oriente Medio y Norte de África volverían a recuperar su atractivo, a pesar de los riesgos. Además, aunque quizás las empresas de exploración y producción (E&P) americanas limiten su presencia en Oriente Medio, otros inversores, en especial gigantes chinos de la energía como China Petrochemical, estarán dispuestos a asumir los riesgos y ocupar su lugar.

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