16.10.2013

Cuestión de suerte

Cuestión de suerte
O podríamos tener una final entre el mejor de Alemania y el mejor de España, con toda la rivalidad internacional que ello implica

En un sorteo para un torneo de tenis, el sistema de clasificación puede hacer que algunos jugadores quizá no lleguen a enfrentarse en la final. Las copas eliminatorias de fútbol funcionan de forma diferente y algunos defienden que un sistema de clasificación sería beneficioso para el juego, ya que garantizaría que los equipos más importantes no coincidieran en el mismo grupo.

 

En un mundo en el que los propietarios adinerados y los ingentes ingresos televisivos ya han creado desigualdades en el terreno de juego, ¿realmente queremos acabar con otro elemento de sorpresa? Este mismo año jugaron en Londres el nada glamuroso Wigan Athletic contra el nada glamuroso Millwall en una de las semifinales de la FA Cup, mientras que en la otra se enfrentaron dos grandes: el Manchester City y el Chelsea. ¿Realmente sería beneficioso para el deporte negar al Wigan o al Millwall su momento de gloria?
Mientras tanto, el campeonato de clubes más importante y que más dinero mueve del mundo está tocando a su fin y ahora equipos como el Real Madrid, el Barcelona, el Bayern de Múnich o el Borussia de Dortmund esperan el sorteo para las semifinales de la Champions.

Podríamos tener una final entre dos equipos españoles cuya rivalidad ha llevado a que durante los partidos se arrojen cabezas de cerdo a los jugadores.
Podríamos tener una final entre dos equipos alemanes entre los que existe una fuerte rivalidad, pero donde hay cabida para la ayuda y el respeto mutuos.
O podríamos tener una final entre el mejor de Alemania y el mejor de España, con toda la rivalidad internacional que ello implica.
La rivalidad entre los titanes españoles, el Barcelona y el Real Madrid, tiene su origen en conflictos políticos y culturales. Al Barcelona se le ve como el abanderado de la independencia de Cataluña y las banderas de sus seguidores a menudo tiñen el estadio del equipo de amarillo y rojo, convirtiendo el Nou Camp en un gigantesco emblema catalán.
Para el Borussia de Dortmund y el Bayern de Múnich, en cambio, la rivalidad es igualmente intensa en el campo, pero fuera de éste la situación no es tan antagónica. El Dortmund ganó la Champions League en 1997, pero en 2006 el equipo tuvo que afrontar una bancarrota. ¿El momento ideal para que sus rivales se regodearan? No, el momento para que mostraran la cara más amable del fútbol. Cuando el Dortmund se encontraba al borde del abismo, el Bayern de Múnich le obsequió, muy oportunamente, con 2 millones de euros para ayudarle a pagar los salarios pendientes.

Algo que diferencia a estos cuatro equipos es que todos ellos cuentan con jugadores y entrenadores multilingües. José Mourinho, el anterior entrenador del Real Madrid, comenzó su carrera en el Barcelona ejerciendo de intérprete para el inglés Bobby Robson, el entonces director técnico del equipo. Recientemente la importancia de una comunicación eficaz tanto dentro como fuera del campo ha llevado a la creación de los campus de la Fundación Real Madrid, en los que se ofrecen programas residenciales a niños de diferentes culturas y estratos sociales, incluyendo cursos intensivos de inglés y español.
Los conocimientos de idiomas de los futbolistas británicos siempre han salido mal parados en comparación con sus compañeros europeos. Cuando tras el Mundial de 1994 Jurgen Klinsmann aterrizó en la primera división inglesa para jugar con el Tottenham, se mostró tan elocuente y cautivador en sus entrevistas en inglés que los periodistas a menudo se olvidaban de que no hablaba en su lengua materna. A los ingleses no les fue tan bien en el extranjero. La decisión del director técnico del FC Twente, Steve McLaren, y del jugador del Marsella Joey Barton de hablar inglés con un marcado acento holandés y francés respectivamente les convirtió en objeto de risa.

Los deportistas británicos son fruto de su sistema educativo puesto que, si bien prácticamente en toda Europa es obligatorio que los alumnos aprendan una segunda lengua, en el Reino Unido esto siempre es motivo de debate.
Pero ahora que el 95 % de los empresarios londinenses han hecho saber a la Confederación de la Industria Británica (CBI) que los conocimientos de idiomas son algo importante para la economía, quizás debieran captar la indirecta. Quizás debieran aceptar que en la economía global en que vivimos lo menos que se puede hacer es hablar al mundo en un idioma que éste pueda entender.
No nos faltan ejemplos de conducta comprensiva y de inclusión cultural tanto en el deporte como en la vida. La suerte no siempre ha estado de parte de los ciudadanos de Liberia, pero en la década de 1990 este país devastado por la guerra civil encontró en George Weah a su mayor benefactor. Weah, elegido futbolista africano del siglo en 1996, se sirvió de su fama y su dinero para promover la educación infantil en su país de origen. Formó un equipo de fútbol juvenil en Monrovia que exigía a los niños estar escolarizados para poder unirse a sus filas.

Un caso más reciente y cercano es el del ministro de Educación de Alemania, que en julio de 2012 anunció sus planes de ofrecer prácticas en empresas alemanas a jóvenes españoles sin empleo. El fútbol español triunfa en todo el mundo, pero a nivel económico España es uno de los miembros enfermos de Europa y la suerte ha hecho que los adolescentes españoles estén en riesgo de convertirse en parados de larga duración. Tal vez Alemania y España sean rivales en las competiciones futbolísticas más importantes, pero fuera del campo las cabezas pensantes de Europa abogan por la ayuda y la cooperación.
La suerte hace que algunas personas empiecen su recorrido en la vida con mayor ventaja que otras, pero en la vida no se trata de cómo empezamos. Se ha llegado a decir que puede que ésta sea la primera década en la historia de la humanidad en que las posibilidades de tener éxito en la vida de un recién nacido dependan más de su formación que del lugar en el que nazca. Y si en esa formación se incluye el aprendizaje de una segunda lengua, las posibilidades no pueden sino incrementarse.

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