21.05.2015

Ginebra – Palabra del día

La mayoría de la gente tiene una bebida favorita y, para algunos, es un simple gin-tonic burbujeante (ya sea de Bombay Sapphire, Hendrick’s, Beefeater, Plymouth u otra marca). Aunque la ginebra es uno de los dos componentes de este combinado, parece que no obtiene más atención que la de conocer la marca favorita de alguien o de mirar la selección en la tienda local. Así que vamos a echar un vistazo a la ginebra.

El término ginebra proviene de los términos francés, italiano e holandés que hacen referencia al enebro: genièvre, ginepro y jenever, respectivamente. Aunque a menudo se cree que fue inventada a mediados del siglo XVIII, la ginebra, junto con su licor emparentado holandés, genever, es mucho más antigua. Existen referencias al genever del siglo XIII y la primera vez que los ingleses degustaron la ginebra fue durante la Guerra de los Ochenta Años. Aparte del propio sabor, lo que ayudó a popularizar la ginebra en Gran Bretaña fue, de hecho, la monarquía: ya que el marido de la reina María II era Guillermo, príncipe de Orange, se puso de moda beber el genever holandés, el que, tras varias modificaciones, se convirtió en ginebra.

En los últimos dos años, se ha producido un aumento en las ventas del 49 %, por lo que el mercado actual demanda ginebra de gran calidad y requiere una variación en los estilos, los métodos de producción y el uso de elementos botánicos; sin embargo, esto no ha sido siempre así. A medida que la ginebra aumentaba su popularidad y se empezaba a elaborar de forma local, su producción carecía de controles y de licencias, lo que fomentaba una fabricación barata en la que, a veces, se utilizaba aguarrás como agente saborante y se destilaba con ácido sulfúrico. En la cima de su popularidad, más de la mitad de los 15 000 establecimientos de Londres eran tiendas de ginebra, pero la amplia popularidad, los bajos costes y la poca calidad llevaron a considerarla un azote, que provocaba problemas sociales y tasas de mortalidad mayores. Afortunadamente, varias décadas después de su aparición y tras aplicar varias normativas gubernamentales mediante la Ley de la Ginebra de 1751, esta bebida empezó a considerarse un licor de calidad y dejó de relacionarse con los problemas sociales.

El primer uso conocido del término ginebra en inglés proviene del filósofo anglo-neerlandés Bernard Mandeville, que en 1723 escribió con desdén que «el infame licor, cuyo nombre deriva de las bayas de enebro en holandés, se ha convertido, debido a la frecuencia de uso, en el monosílabo embriagante “gin”». Reflejando la indiferencia por la ginebra que hemos mencionado anteriormente, Alexander Pope escribe en Epilogue to Satires (1738) que la ginebra es «una bebida espirituosa, cuyo uso abusivo casi destruye a las personas de menor nivel social hasta que fue limitada por una ley parlamentaria», y más de un siglo después, Benjamin Brodie, en Psychological Inquiries (1862), dice que «es bajo la influencia de la ginebra y el brandy, mucho más que con el vino o la cerveza, cuando surgen las enfermedades corporales». Sin embargo, al final, a medida que la calidad empezó a premiar sobre el precio, la ginebra se empezó a consumir ampliamente y dejó de demonizarse, lo que vemos en la simple cita de Graham Greene en su novela de 1938, Brighton, parque de atracciones: «Me tomaré una ginebra».

Le recordamos que debe disfrutar de la ginebra con moderación y que si bebe, no debe conducir.