19.01.2016

Guía Michelin – Palabra del día

Todos hemos visto u oído hablar alguna vez de la Guía Michelin, o incluso puede que hayamos seguido sus recomendaciones gastronómicas, pero no todos relacionamos directamente esta prestigiosa guía con el fabricante de neumáticos homónimo.

Y es que, la historia que se esconde tras esta guía comenzó como una ingeniosa estrategia de marketing iniciada precisamente por la empresa de fabricación de neumáticos. La historia de Michelin, uno de los tres fabricantes de neumáticos más importantes, se remonta a 1889, cuando solo era una pequeña fábrica de caucho que más tarde destacaría como pionera, presentando en 1891 su primera patente para un modelo de neumático extraíble.

A pesar del reducido número de automóviles que circulaban por las carreteras francesas, los dos hermanos fundadores de Michelin estaban decididos a conseguir que los vehículos pasaran de ser una novedad reservada principalmente a pequeñas excursiones dominicales a convertirse en un medio de transporte de masas concebido para recorrer largas distancias.

Con el fin de impulsar la demanda de sus propios productos por parte de los clientes, desarrollaron un magnífico concepto de marketing que consistió en fomentar los viajes de larga distancia mediante la publicación de una guía de rutas en coche que incluía una relación de hoteles, talleres y gasolineras de toda Francia.

La primera edición de la Guía Michelin (en francés, Guide Michelin) se publicó en el año 1900 y, a medida que la empresa fue creciendo, su guía fue incluyendo también ediciones para otros países, empezando por la Guía Michelin Bélgica en 1904 y sacando al mercado sus mapas de carreteras en 1910.

Pero no fue hasta 1926 cuando la guía dio el salto al sector que la dio a conocer: los restaurantes de comida gourmet. Cinco años más tarde se introdujo el sistema de las tres estrellas, primero en las provincias francesas, seguidas de París en 1933, año en el que 23 restaurantes del país galo fueron distinguidos con tres estrellas.

Según se explicaba en la guía, una estrella significaba «muy buen restaurante dentro de su categoría», dos estrellas servían para destacar «una cocina excelente que bien merece hacer un desvío» y las tres estrellas quedaban reservadas para aquellos restaurantes con «una cocina excepcional digna de un viaje ex profeso».

La primera vez que se publicó el nombre de la empresa de neumáticos gala en un medio de comunicación inglés fue tan solo tres años después de su fundación, pero al parecer este escaso tiempo bastó para que la marca diera a conocer sus bondades. En 1902, la revista Motors and Motor-Driving señaló: «El neumático mejor valorado en el extranjero, es decir, el neumático Michelin».

Por su parte, la primera vez que un escritor inglés hizo referencia a la Michelin Guide fue en 1921, en la obra de William John Locke The mountebank. El libro narra la historia de un niño huérfano que se convierte en malabarista itinerante y habla de los pasatiempos que le han llevado a conocer las posadas de Francia con la precisión de una guía Michelin.

La primera ciudad en ser destacada con una estrella Michelin se menciona en la novela inglesa de terror The IPCRESS File. La novela se centra en el lavado de cerebro perpetrado durante la Guerra Fría e incluye escenas en la ciudad francesa de Joigny, que el escritor Len Deighton describe como: «una ciudad con estrella Michelin a cien kilómetros al sur de París».

Por su parte, en su obra French provincial cooking, publicada en 1960, la escritora británica de libros de cocina Elizabeth David muestra su escepticismo en cuanto a los criterios de asignación de estrellas de la Guía Michelin: «Si se miran detenidamente las descripciones de las especialidades recogidas en la Guía Michelin y en otras similares, se observa que no son pocos los restaurantes que deben su estrella a algún tipo de salchicha o paté».

El restaurante londinense Le Gavroche fue el primero del Reino Unido en hacerse con una estrella Michelin allá por 1974.

No obstante, son muchos los que critican la Guía Michelin por sus criterios de calificación, así como por elogiar un estilo gastronómico particular que no refleja fielmente los gustos actuales, y, lo que es peor, debe hacer frente a la dura competencia que suponen las páginas web de opiniones sobre establecimientos de restauración. Ahora bien, no podemos de ningún modo subestimar la historia y el prestigio que la hicieron merecedora del apodo La Biblia de los gastrónomos.