09.06.2015

Heredero – Palabra del día

El nacimiento del segundo hijo de los Duques de Cambridge nos sirve de excusa para examinar algunas de las palabras asociadas a la realeza.

La recién nacida princesa ha recibido el nombre de Charlotte Elizabeth Diana (o Carlota Isabel Diana) como homenaje al abuelo de la niña, el príncipe Carlos, a su bisabuela, la reina Isabel II, y a su abuela, la princesa Diana.

Prácticamente en el mismo momento en el que vino al mundo, Charlotte Elizabeth Diana se convirtió en la princesa de Cambridge. Considerando que, a pesar de contar con tan solo unos días de vida, ya es la cuarta en la línea sucesoria al trono británico, quizás podríamos aprovechar para estudiar uno de los términos que habitualmente se emplean en relación con la realeza y la sucesión: heredero.

Como ocurre con gran parte de la terminología relativa a la realeza, heredero y heredera tienen su origen en el latín. Procedente del término latino heres (heredem), esta palabra llegó a la lengua inglesa en el siglo XIII como heir, del francés antiguo oir. A pesar de la pompa y solemnidad que rodean al término, heredero simplemente significa que una persona legalmente tiene derecho a recibir la propiedad y el título/rango de otra tras su fallecimiento. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, dicha propiedad y título podrían llegar a suponer convertirse en la reina del Reino Unido. En muchos casos, este término también se aplica a cualquier ejemplo en el que la propiedad de una persona se le promete a otra.

El término inglés apareció por primera vez sobre el año 1275 en la historiografía Brut (también conocida como La crónica de Britania) escrita por Layamon, donde se narra la historia de Britania en inglés medio: «Que el rey de Sicilia está muerto y no tiene heredero». Resulta muy curioso que, justo un siglo después (alrededor de 1380), el término acabara transcendiendo, tal como se puede ver en los poemas sobre el caballero de ficción sarraceno Fierabrás: «Él es mi heredero tras mi muerte, para preservar mi herencia». Conforme el tiempo fue pasando, el concepto que engloba esta palabra fue incluyendo aplicaciones más amplias, desde usos de carácter religioso [en el Libro de oración común (1549) se puede leer «Oh Dios, cuyo bendito Hijo vino al mundo para destruir las obras de Satanás y hacernos hijos de Dios y herederos de la vida eterna»] hasta usos teatrales y filosóficos, cuyo mejor ejemplo es el recogido en la obra de Shakespeare Hamlet (1604), quien en el tercer acto exclama: «Los dolores del corazón y las miles de aflicciones naturales que nuestra carne hereda se acaban».

Esperamos que a nuestra nueva princesa, la primera nacida en la monarquía británica en los últimos 25 años, no le suponga ninguna aflicción ni dolor del corazón el crecer formando parte de la realeza británica.