El término laguna deriva del latín lacūna, que significa “hoyo” o “vacío”. Se empleó por primera vez para describir espacios en blanco en textos o manuscritos y apareció en una cita de Sir Robert Moray en su obra Lauderdale Papers (Los artículos de Lauderdale) en 1884, donde escribió: “Hará bien en dejar lagunas en sus cartas”. Desde entonces se ha utilizado a menudo en anatomía y física para describir un hueco, espacio o cavidad y también en el ámbito legislativo para señalar la falta de una disposición dentro de una ley específica.
Los traductores también saben qué son las lagunas.
En lingüística, una laguna puede explicarse como un vacío léxico o la “ausencia de un elemento léxico en el lenguaje habiendo un concepto en la esfera conceptual que carece de verbalización” (Journal of Education, Culture and Society N.º 1, 2013, pág. 169). La “teoría de la laguna” fue creada por Yuri Sorokin, un profesor universitario ruso, y posteriormente desarrollada por el profesor Irina Markovina en el ámbito de investigación de la etnolingüística (el estudio de las relaciones entre la lingüística y la cultura). Actualmente, los traductores pueden estudiarla durante una clase sobre teoría de la traducción. Se trata del estudio sobre cuál es la mejor manera de traducir palabras, frases o conceptos de una lengua de partida que no tienen un equivalente exacto en la lengua de llegada.
El término japonés nureochiba es un ejemplo muy interesante que ilustra cómo puede aparecer una laguna, o vacío léxico, al traducir. Literalmente significa “hoja mojada caída” pero, dado que los traductores traducen significados y no palabras, es necesario comprender el contexto cultural del término para poder traducirlo de manera eficaz…
Los hombres japoneses tienen fama de trabajar muchísimas horas todos los días, por lo que les queda poco tiempo para actividades de ocio o la familia. Al estar tan ausentes del hogar, las esposas aprenden a adaptarse a una vida sin el marido y acaban dependiendo exclusivamente de sus ingresos más que de su compañía. Cuando el marido se jubila, de pronto se ve inmerso en la vida doméstica, con dificultades para encajar en este nuevo estilo de vida donde dispone de tiempo libre en abundancia. La esposa, que prácticamente ha vivido sola durante años y se ha adaptado a esta rutina criando a los hijos, dedicándose a sus aficiones y quedando con amigas, se encuentra compartiendo la casa con un hombre al que conoce como su “marido”. Pero ¿cuál es la palabra con la que lo describe? Se refiere a él como un nureochiba, es decir, algo que se le pega al zapato igual que una hoja mojada caída del árbol que no consigue sacudirse y que la sigue a todas partes.
Cuando un traductor se encuentra con el término nureochiba debe pensar en una estrategia para lidiar con esta laguna o vacío léxico. No puede traducir la palabra de forma literal y explicar en detalle el trasfondo cultural podría echar a perder la fluidez del texto, por lo que debe encontrar la forma adecuada de transferir el significado a la lengua de destino.
Una laguna representa un área fascinante de la lingüística que además pone en evidencia que la traducción no se reduce al simple hecho de traducir términos, sino que implica significados y conceptos culturales.
¿Cómo traduciría usted nureochiba al castellano…?