02.07.2015

Procrastinación – Palabra del día

«No hay nada más motivador que el último minuto». La procrastinación se denominó «la enfermedad de la era moderna» allá por 1992 y las investigaciones demostraron que cuanto más industrializada y tecnológicamente avanzada es una sociedad, más lucha contra el problema de la procrastinación.

Es un fenómeno totalmente contradictorio de la vida moderna; en estos frenéticos tiempos, cuando parece que el mundo nunca duerme y cuando el progreso es imposible sin tener habilidades multitarea, parece que el hábito de la procrastinación está en aumento.

La era de Internet tiene la culpa de agudizar los peligros de la procrastinación, considerada la razón principal de la pérdida de tiempo, pero también su cura, ya que hay muchos consejos y trucos de autoayuda contra la procrastinación.

En el idioma del Antiguo Egipto, había dos verbos que hacían referencia a la procrastinación, uno referido a evitar los esfuerzos desagradables y el otro a los hábitos dañinos de la pereza para realizar tareas importantes.

El término procrastinación

El término procrastinación llegó al inglés a través del francés como préstamo del latín procrastinare, que combina el adverbio común «pro» que implica movimiento hacia delante con «crastinus». La promesa de «otro día» es la clave del origen de la palabra y significa mover algo hacia delante de un día al siguiente, perteneciente al mañana. Como sabemos, el mañana es un lugar mágico donde se almacena el 99 % de nuestro potencial.

Cuando procrastinación apareció en inglés, significaba la inacción clásica en momentos clave. El primer registro escrito es de la obra de Edward Hall The Union of the Two Noble and Illustre Families of Lancastre and Yorke: «Mediante la procrastinación de deberes y la prolongación en el tiempo».

Obviamente, en aquella época, la procrastinación se veía como un hábito positivo por algunos, como John Banister, que en 1578 escribió en The history of man: «La procrastinación necesaria y saludable de la vida», seguida del libro de viajes de William Lithgow de 1632: «El beneficio de la procrastinación en mi vida».

La procrastinación también adoptó un significado religioso, en relación al acto de posponer el arrepentimiento y la confesión habitual de los pecados que pueden provocar una condena. Pero pronto, el dogma cristiano cambió por la persecución comercial y el hábito de la procrastinación se consideró, por la mayoría, amenazador para el bienestar financiero. En la obra de Richard Knolles The generall historie of the Turkes, de 1603: · «La mayoría de los negocios financieros no pueden padecer la procrastinación o el retraso».

En 1742, en la nueva época capitalista, Edward Young escribió que la «procrastinación es el ladrón del tiempo; año tras año lo roba, hasta que no queda nada».

Algunos años después, Philip Stanhope, el conde de Chesterfield, dijo: «Nada de ociosidad, nada de pereza, nada de procrastinación; nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy».

A Ben Franklin se le atribuye un dicho similar, que fue transformado en tono de burla por Mark Twain en la famosa cita, un eslogan para todos los procrastinadores: «Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana».

Hay otro término para definir la procrastinación que supera el día, cuando posponemos tareas importantes durante un periodo de tiempo superior, entonces no procrastinamos, sino que «perendinamos».