
Hoy en día, la producción en masa se considera sinónimo de baja calidad. Una línea de producción automatizada combinada con una mano de obra no cualificada, componentes de fabricación estándares y materiales universales a granel para satisfacer las necesidades de las masas consumistas. Un enfoque altamente establecido que suele estar acompañado de una gran cantidad de residuos industriales y contaminación y sin un toque auténtico adaptado al cliente final y, naturalmente, sin encajar bien con las necesidades de los milénicos y la Generación Z, que prefieren los productos hechos a mano, personalizados, reutilizados, sostenibles y singulares.
La producción en masa está basada en los principios de especialización y división del trabajo, y fue Adam Smith quien la describió ampliamente por primera vez en La riqueza de las naciones en 1776. Y aunque para finales del siglo XIX algunas fábricas estadounidenses habían implementado esos principios en su producción, fue la revolución industrial la que le dio impulso, pero el camino para capitalizar su eficiencia estaba todavía en construcción ya que el primer medio británico en registrar el uso del término, The Economic Journal, anunció en 1893: «Para que el individuo se anticipe a la producción en masa… se debe realizar un gran desembolso».
La revolución real llegó con la línea de montaje, implementada en primer lugar por Ransom Eli Olds, que la utilizó para construir el primer automóvil de producción en masa, el Oldsmobile Curved Dash, en 1901. Posteriormente Henry Ford creó la línea de montaje sobre cinta transportadora para fabricar su Modelo T, en 1908.
La línea de montaje de Ford enviaba las piezas mediante ganchos, cadenas elevadas o plataformas móviles a los empleados en el orden exacto en el que eran necesarias para la producción y, tras varios años de modernización, los Modelos T salían de las línea de montaje a una velocidad de uno cada 10 segundos los días laborables, y para finales de 1913 Ford fabricaba la mitad de los coches de Estados Unidos.
La popularización real del término producción en masa se produjo en 1926, cuando la Enciclopedia Británica publicó un artículo basado en la correspondencia con la Ford Motor Company, y el New York Times publicó en su número del 19 de septiembre: «HENRY FORD EXPLICA LA PRODUCCIÓN EN MASA. La considera la base de los principios de energía, economía, continuidad y velocidad. Cuenta por qué las máquinas producen con el mayor estándar de calidad».
Tras el éxito de Ford, la producción en masa se convirtió rápidamente en la forma dominante de fabricación en todo el mundo, lo que supuso la aparición de los primeras críticos, entre los que se encuentra el sociólogo estadounidense Lewis Mumford, quien en su obra de 1930 Architectural record, afirmaba que: «Esto se podría denominar el dilema del modelo T. La producción en masa… sufre… de rigidez».
La producción en masa moderna muestra signos de flexibilidad y adaptación y está dando pasos hacia un diseño económicamente viable, con la ayuda de las tecnologías digitales (especialmente las impresoras 3D) y trabajadores cualificados, tanto en la línea de producción como en el proceso de diseño e ingeniería, con el objetivo de crear la fábrica del futuro en la que los productos se elaboren en cantidades que garanticen una gran calidad y personalización.