13.01.2015

Karoshi – Palabra del día

Karoshi es una palabra japonesa que significa “muerte por exceso de trabajo” y se usa para describir un fenómeno social que tiene lugar en el país nipón: el fallecimiento de trabajadores de una empresa a causa de enfermedades, como ataques cardíacos o ictus, causadas específicamente por el estrés que produce el exceso de horas de trabajo. El karoshi ha captado la atención de los japoneses desde los años ochenta, cuando fue reconocido por primera vez como una causa legítima de fallecimiento. Esto hizo que Japón se cuestionara su cultura laboral y algunas empresas del país (en parte, como reacción ante el aumento de las reclamaciones de compensación por parte de las familias afectadas por el karoshi) adoptaran políticas para ayudar a los empleados a alcanzar un mayor equilibrio entre la vida laboral y la personal.

En 1988, el periódico Chicago Tribune fue la primera publicación en lengua inglesa en presentar el karoshi a sus lectores, describiéndolo como un “fenómeno preocupante [que] se ha vinculado directamente con el exceso de esfuerzo y la escasez de diversión”; aunque ésta es quizá una descripción del problema un tanto suavizada. The Atlanta Journal and Constitution ofreció en 1990 una descripción más detallada del karoshi, afirmando que “las víctimas de karoshi (definido como una mezcla letal de apoplejía, hipertensión y estrés causada por el exceso de horas de trabajo) son directivos y supervisores de categoría media de entre 40 y 60 años que gozan de buena salud”.

El karoshi no es tanto el resultado de una carga de trabajo excesiva, sino más bien una consecuencia de la mentalidad japonesa, según la cual currar a destajo (más de doce horas al día y con un número muy limitado de vacaciones al año) equivale a una productividad mayor, es un gesto de solidaridad con el resto del equipo y demuestra un compromiso con la empresa. Japón tiene una cultura colectivista, en la que las necesidades del grupo se superponen a las de los individuos que lo forman, por lo que se desaprueba que una persona quiera irse a casa pronto al acabar sus tareas mientras los demás todavía tienen trabajo pendiente. Y, a pesar de que existen leyes laborales que regulan el horario de trabajo, las actitudes enraizadas que predominan en la cultura empresarial evitan que los empleados registren realmente las horas extras e incluso que cuestionen que haya que hacerlo a diario. Fuera de los muros de la empresa, los japoneses hablan del equilibrio entre la vida laboral y la personal pero la presión de “guardar las apariencias” predomina de tal manera en la cultura nipona que nadie espera que un empleado llegue a casa a las 6 de la tarde.

A primera hora de la mañana de cualquier día laborable en Japón, al subirse a un tren de cercanías a las afueras de la ciudad se encontrará con los salarymen (así llaman en Japón a los empleados de oficina) de camino a su trabajo diario, algo que, en una ciudad como Tokio, puede traducirse en un viaje de ida y vuelta de hasta cuatro horas. Tras este trayecto matutino, en el que sólo unos pocos afortunados pueden ir sentados y dormir una hora más, los empleados empiezan su larga jornada laboral, que continuará inevitablemente hasta bien entrada la tarde. En los últimos trenes que salen por la noche del centro de la ciudad, puede verse a estos mismos empleados de oficina desplomados en los asientos, medio adormilados. A los que están casados, en casa les esperan una comida caliente y un baño, seguidos de unas cuantas horas de sueño (probablemente, las justas para revivirles para la próxima jornada).

El karoshi existe dado que se exige un compromiso pleno para con la empresa, el cual se demuestra mediante el número de horas extras que los empleados japoneses hacen matándose a trabajar (literalmente).