20.10.2015

Aspirina – Palabra del día

¿Qué es lo primero que nos viene a la cabeza cuando oímos el nombre del gigante farmacéutico alemán Bayer? ¡Aspirina, sin lugar a dudas!

Y es que, si recordamos las clases de química, la aspirina en realidad es ácido acetilsalicílico, una sustancia que se encuentra de forma natural en las flores y hojas de la planta Spiraea ulmaria, aunque no se produjo químicamente hasta 1853.

Sin embargo, se tardó casi media década en acuñar el nombre comercial del medicamento. En marzo de 1899, La Oficina imperial de patentes de Berlín registra Aspirina como nombre comercial del ácido acetilsalicílico en nombre de la empresa farmacéutica alemana Friedrich Bayer & Co.

Por aquel entonces, la práctica de dar nombres comerciales a los productos sanitarios acababa de empezar en Alemania como estrategia para comercializar sustancias químicas bajo breves nombres comerciales que los médicos pudieran recordar con facilidad y prescribir en sus recetas. El hecho de anunciar fármacos directamente a los consumidores se consideró falto de ética y la mayoría de las organizaciones médicas lo prohibieron.

El nombre comercial Aspirina fue acuñado por el químico alemán Heinrich Dreser, quien dirigía los proyectos sobre la aspirina y la heroína en Bayer. El nombre tuvo su origen en la planta en cuyas flores u hojas se encuentra el ácido procesado de forma natural, cuyo nombre en latín procede del griego Speiraia o “filipéndula”. Existen diferentes teorías sobre por qué se añadió la A inicial, con la explicación más normal y lógica: para reflejar la acetilación (acetil-).

El término aspirina al principio se utilizó como nombre propio y más tarde pasó a ser un nombre común que dejó una importante huella en la última década. Se introdujo en el mercado en forma de polvo que se entregaba a los farmacéuticos en tarros de cristal para más tarde dividirlo en dosis individuales en bolsitas de papel; la aspirina fue uno de los primeros fármacos que aparecieron en forma de la típica tableta allá por 1910. Las pastillas con el inconfundible logo de la cruz de Bayer inundaron el mercado, y al estallar la Primera Guerra Mundial Bayer prosperó hasta contar con 10.000 empleados en sus filiales europeas y americanas, copando la aspirina más del 30% de sus ventas globales.

La guerra provocó que Bayer perdiera sus derechos de marca registrada, puesto que había una demanda creciente de ácido salicílico para utilizarlo en la producción de explosivos, la famosa Gran trama del fenol. El fenol, que se utiliza en la producción de discos fonográficos y como compuesto en la síntesis del ácido acetilsalicílico, era un recurso escaso y los suministros iban destinados a la producción de explosivos militares. Una sociedad pantalla, creada por el gobierno alemán, compró fenol en nombre de Bayer a la fábrica de Thomas Edison). Al perder Alemania la Gran guerra, en 1919 el Tratado de Versalles forzó a Bayer para que renunciara a las marcas comerciales Aspirina y Heroína (más información sobre la heroína en otra palabra del día).

Los factores mencionados anteriormente fueron algunos de los más importantes que hubo detrás del oportuno traslado de la aspirina de Bayer a Latinoamérica, donde el fármaco se comercializaba bajo una nueva marca diseñada especialmente para los consumidores locales: la Cafiaspirina (aspirina con un poco de cafeína). A menudo se habla de la campaña publicitaria de la cafiaspirina como una de las más ambiciosas que se hayan visto en Latinoamérica, y el fármaco milagroso con fama de aliviar cualquier dolor no tardó mucho en acumular unas excepcionales ganancias indoloras.

En 1950 la aspirina se coronó como la reina de los analgésicos más vendidos en el Libro Guiness de los récords, pero las mieles de la fama duraron relativamente poco, ya que nuevos analgésicos cobraron auge, la aparición del paracetamol y del ibuprofeno hizo que cayeran las ventas. Durante las dos siguientes décadas, el único momento estelar de la aspirina tuvo lugar cuando aterrizó en la luna a bordo de la nave espacial Apolo 11.

La aspirina recuperó el poder en la década de los setenta, cuando el farmacéutico británico Sir John Vane descifró sus efectos antiinflamatorios y estudios posteriores demostraron que la aspirina era un eficaz agente antiobstructivo.

Hoy en día, se conoce la aspirina principalmente como tratamiento preventivo contra los ataques al corazón e infartos y es uno de los fármacos más utilizados, con un consumo mundial diario de más de 100 millones de unidades.

 

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