01.07.2014

Palabra del día: Becquerel

Serendipia en acción. Henri Becquerel vino al mundo en el seno de una familia de ilustres científicos. Su abuelo había descubierto la piezoelectricidad, mientras que su padre inventó el fosforoscopio, un instrumento que mide durante cuánto tiempo brilla el material fosforescente tras retirar la fuente de luz. Becquerel siguió de cerca los pasos de su padre en su propia labor investigadora, la cual desarrollaba en el laboratorio de su progenitor. Posteriormente, incluso asumiría las dos cátedras que su padre ostentaba en París. Asimismo, Becquerel amplió la investigación sobre la fosforescencia que su padre había comenzado incluyendo ámbitos relacionados con los campos magnéticos y estudió también cómo los cristales absorben la luz.

Una de las mayores oportunidades de la época de participar en una red científica la presentaban las sesiones de la Academia de Ciencias de París. En enero de 1896, Becquerel asistió a una conferencia en la que se presentó un fenómeno descubierto recientemente: los rayos X. Esto le dejó intrigado… ¿habría alguna conexión entre la investigación sobre la fosforescencia a la que su padre y él mismo se habían dedicado y los rayos X? También le interesaba el arte de la fotografía, relativamente nuevo en aquel entonces, y su área de especialidad eran las sales de uranio. Al regresar a su laboratorio, se puso a trabajar de inmediato. No obstante, sus fotografías de uranio no resultaron muy prometedoras: eran borrosas y poco claras, muy lejos de las definidas imágenes de los rayos X que había podido observar. Sin embargo, como profesor tuvo la oportunidad de presentar sus resultados sólo cuatro semanas después.

Al no quedar satisfecho con el hallazgo, guardó las placas fotográficas en un cajón junto con el uranio y esperó a que saliera un día soleado para conseguir fotografías más definidas. Pero, en febrero, la lluvia en París es algo habitual, así que las placas se quedaron en el cajón. Cuando al fin sacó el uranio y las placas fotográficas se encontró con imágenes nítidas. Resultó obvio que los cristales estaban emitiendo radiación por sí mismos, sin necesidad de estímulos externos. Así que, tan sólo una semana después de haber presentado aquellos resultados tan poco satisfactorios, Becquerel pudo anunciar el descubrimiento de la radiactividad a su audiencia. Como es de suponer, sus contemporáneos bautizaron este fenómeno como rayos Becquerel. No obstante, con el tiempo el término fue cayendo en desuso. En 1975, el Sistema Internacional de Unidades resucitó a Becquerel para bautizar así a una unidad de medida de radiactividad. Hoy en día, el becquerel o becquerelio describe la cantidad de radiación emitida como resultado de la desintegración nuclear.

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